Plástico: indestructible; el océano: ¿también?

Por Florencia Marcelli


Contaminación marina, ¿Quién no la ha visto o al menos oído sobre ella? Todos conocemos esta problemática, pero ¿Somos verdaderamente conscientes de sus consecuencias?

 

Vivimos en una sociedad de consumo excesivo, el plástico pareciera ser nuestro mejor aliado, aquél que encontramos en miles de millones de productos en todo el mundo, es el que nos simplifica muchísimo porque es resistente e irrompible pero, por esos mismos motivos, se convierte en nuestro peor enemigo al mismo tiempo, debido a que no sabemos ni podemos deshacernos de él. Qué ironía que el producto descartable por excelencia esté hecho de un material indestructible… 

El plástico está interfiriendo artificialmente en la cadena alimenticia, arrasando con la vida acuática a pasos agigantados. Al no poder descomponerse, se va rompiendo en pequeños pedacitos casi imperceptibles que configuran una especie de “smog plástico”. Los peces los confunden a diario con alimento, algunos mueren pero otros terminan en nuestros platos y así sin darnos cuenta, el plástico está otra vez en la mesa.

Algunos datos inquietantes…

En los últimos 10 años produjimos más plásticos que en el siglo pasado y la mitad de estos plásticos son considerados descartables. Lo que no todo el mundo nota es la cantidad de otros recursos naturales que son utilizados para que el plástico cumpla su ciclo “productivo”. Por ejemplo, se usan 240 mil millones de litros de petróleo por año solo para proveer botellas de plástico de agua a Estados Unidos. Más del 90% de esas botellas se utilizan solo una vez.

Se estima que unas 8 millones de toneladas de plástico son desechadas al océano cada año. El 70% de esa cantidad se hunde en las profundidades del océano y se vuelven irrecuperables. Pero no es solo el plástico que se aloja en la profundidad lo que preocupa, los científicos creen que hay más de 5 trillones de partículas de plástico flotando en el mar. Los números son verdaderamente preocupantes.

Usamos aproximadamente 1 trillón de bolsas de plástico cada año, casi 2 millones por minuto. ¿El tiempo de uso de una bolsa plástica? En términos generales, no más de 12 minutos. Lo más inquietante es que se estima que para el 2025 se arrojará al océano 10 veces más plástico por año. – Estos datos fueron recopilados del documental “A Plastic Ocean”, Netflix (2016).

¿En qué situación nos encontramos actualmente?

Basándonos en la experiencia internacional (la Conferencia de Estocolmo, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Conferencia de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la Agenda 21 y la Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible, entre otros hitos), podemos decir que con el tiempo se fue conformando una conciencia ambiental internacional.

Ya sabemos que el ambiente es un todo, indivisible e interrelacionado, que funciona como un sistema y que la alteración de uno de sus elementos indefectiblemente va a incidir sobre el resto. Pero antiguamente, las consecuencias ambientales de las actividades no eran consideradas y el derecho ambiental se enfocaba en regular los recursos naturales de forma estática. Con el tiempo, esta noción fue evolucionando y hoy en día ya tenemos una regulación más dinámica, que considera a los recursos naturales y a las actividades que giran a su alrededor en un contexto y no de forma aislada. Aparece, por ejemplo, el principio precautorio que da cuenta de la importancia de prevenir un daño antes de que aquél sea producido y no pueda repararse, dañando al ambiente de forma permanente. A su vez, se fueron incorporando otros instrumentos de protección ambiental como la educación ambiental, la evaluación de impacto ambiental, la participación pública y las áreas protegidas.

Específicamente en lo que respecta al océano, el Derecho Marítimo fue evolucionando a medida que fueron ocurriendo sucesos que exigían una solución que hasta ese entonces no existía. Primero existieron diversos convenios internacionales que consagraron los principios de contaminador-pagador y de responsabilidad limitada. El principio de contaminador-pagador significa básicamente que quien contamine debe hacerse responsable pagando por los daños ocasionados. El principio de responsabilidad limitada en el Derecho Marítimo se remonta al siglo XIV donde la responsabilidad debía limitarse a toda costa, caso contrario implicaba una enorme pérdida de dinero que perjudicaba a toda la sociedad ya que el costo se trasladaría a los consumidores (cabe aclarar que en ese entonces el 80% del comercio se trasladaba por las aguas) – Ray, J. (1992). Derecho de la Navegación. Buenos Aires: Abeledo Perrot. Claro está que estos criterios de atribución de responsabilidad no permitían observar el escenario completo ya que todos los ojos apuntaban al último eslabón de la cadena, es decir a quien efectivamente realizaba el hecho dañoso, sin considerar otros actores importantes para la constitución del daño ambiental.

Más adelante, el Tribunal Internacional de Derecho del Mar y la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos afirmaron que la responsabilidad debía ser integral y que esta máxima deriva del derecho internacional consuetudinario. Este principio fue adoptado jurisprudencialmente por primera vez por la Corte Permanente de Justicia Internacional en el caso de la Fábrica de Chorzów y fue retomada por la Comisión de Derecho Internacional (Art. 31, párrafo 1º, de los Artículos de la Comisión de Derecho Internacional sobre Responsabilidad de los Estados: “El Estado Responsable tiene la obligación de reparar integralmente el daño causado por su acto ilícito internacional”). Propiamente, en el derecho ambiental, la Declaración de Río en el Principio 13 recapitula este concepto: “Los Estados deberán desarrollar la legislación nacional relativa a la responsabilidad y la indemnización respecto de las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales. Los Estados deberán cooperar, asimismo, de manera expedita y más decidida en la elaboración de nuevas leyes internacionales sobre responsabilidad e indemnizaciones por los efectos adversos de los daños ambientales causados por las actividades realizadas dentro de su jurisdicción, o bajo su control, en zonas situadas fuera de su jurisdicción.” 

En conclusión, en la actualidad el ambiente recibe un tratamiento dinámico e integral, comprendido aquél dentro de un sistema. Debemos entender que la contaminación marina no se agota en un disgusto visual o en una incomodidad estética; estamos perjudicandonos a nosotros mismos mientras descuidamos nuestro entorno.

¿Hacia dónde vamos?

Como vemos, coexisten diversas regulaciones internacionales que se ocupan de la cuestión de la responsabilidad por daños internacionales como lo es la contaminación marina. Sin embargo, en la práctica no estamos pudiendo verificar resultados concretos y eficaces. Los océanos y otros cuerpos de agua siguen contaminados y las personas siguen desechando plásticos en las orillas y playas a diario.

Sin embargo, algunos países han tomado la iniciativa en este sentido. En 1991, Alemania se convirtió en el primer país del mundo en obligar a los productores de plástico a hacerse responsables de las consecuencias del uso de este material. Pionero en la cultura del reciclaje, Alemania colocó máquinas inteligentes receptoras de plástico que intercambian botellas por dinero. Así, creó hábitos responsables entre los ciudadanos y hoy en día casi no se ven botellas plásticas en las calles.

En 2013, se creó un “banco de plástico” en Vancouver donde este material se convierte en una forma de intercambio. Plastic Bank recibe plástico de parte de personas de bajos recursos y les entrega dinero, productos o servicios. De esta manera, disminuye la contaminación marina mientras se impulsa la educación ambiental y la cultura del reciclaje en los países en vías de desarrollo, que por lo general son los que más sufren la contaminación.

En un mundo ideal, pensaríamos en formas de erradicar el plástico, pero lamentablemente en la realidad actual el plástico sigue dando vueltas por el mundo y nos está destruyendo a través de daños irreversibles a la vida marina y terrestre. Es por eso que tenemos que concientizarnos como sociedad y cooperar en la creación de soluciones definitivas para al menos disminuir los daños que genera la producción, el uso y sobre todo el deshecho del plástico. 

Terminar con la contaminación marina es un objetivo difícil, por la cantidad de beneficios que el plástico brinda hoy en día a nuestra sociedad, pero no es un camino imposible. Ya contamos con la experiencia de otros países y tenemos tecnología suficiente como para incentivar la economía circular. Mientras tanto, queda en la conciencia ecológica de cada uno empezar a introducir pequeños cambios que impliquen un modo de vida más amigable con el ambiente.

Algunas pequeñas sugerencias para disminuir el uso de plástico en la vida cotidiana:

  • Llevar bolsas de tela propias al supermercado, también para las frutas y verduras y envases para los cereales y legumbres.
  • Sustituir los sorbetes plásticos por los de acero inoxidable.
  • Utilizar cubiertos y utensilios de bambú en lugar de descartables.
  • Reemplazar el shampoo y acondicionador industrial por los sólidos.
  • En lugar del cepillo de dientes convencional, usar el de bambú.
  • Llevar taza o vaso propio a las cafeterías de paso.
  • Reemplazar el papel film por el papel con tratamiento de cera de abeja.
  • Usar hisopos biodegradables.
  • Sustituir el algodón por pads reutilizables.
  • Para reemplazar los productos de higiene menstrual, utilizar la copa menstrual.
  • Intentar reciclar todos los plásticos que aún no tengan un reemplazo sustentable.

 

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